miércoles, 9 de julio de 2008

Relación entre el etnógrafo y el periodista...

Según lo define la Real Academia Española, la Etnografía es el “estudio descriptivo de las costumbres y tradiciones de los pueblos” Entonces ¿no son acaso esta disciplina y el periodismo como dos primos hermanos que aún no se han reconocido?
Geertz, en su libro “El antropólogo como autor”, plantea que a la disciplina antropológica muchas veces se le pide que en sus textos se le preste atención a temas como las metáforas, la fraseología y demás juegos de palabras que hacen al profesional dejar de atender a las cuestiones relevantes: la información
Cierto es que resulta tedioso leer un artículo sobre un tema y que su narración sea totalmente “chata”, que al autor no se le “caiga en el papel” una sola idea como para hacer aquel informe más dinámico. Pero tampoco es demasiado convincente que en un documento de tipo etnográfico abunden en demasía los juegos de palabras y el estilo poético. Puede ser que con esa técnica se trate de tapar la deficiencia de información.
Y otra vez aparece casi sin querer, pero queriendo esta palabra: información. Son estas once letras las que unen irremediablemente a los etnógrafos con los periodistas. Aquella es su arma fundamental y a ella se le suma el “otro”, aquel a quien debe construir, cada profesional en su materia. La sociedad es el manantial del que brotan las gotas de agua que sacian la sed del etnógrafo y calman el hambre del periodista. De esta sociedad va a surgir la materia prima que necesitan ambos para hacer su trabajo. Cada cual apuntará a un objetivo distinto pero no por eso menos valorable. Geertz apunta en el mismo apartado de su libro, que la habilidad de los etnógrafos no tiene que ver con la elegancia conceptual que usen en sus escritos, sino que se relaciona con el hecho de haber podido “penetrar (o si se prefiere, haber sido penetrado por) otra forma de vida, de haber, de uno u otro modo, realmente estado allí”. Y la escritura es en este rol en donde cumple un papel decisivo.
Etnógrafo y periodista deben hacer honor a esta frase. Aunque el primero viaje al rincón más recóndito del continente africano y saque datos increíbles de su población, sus costumbres, tradiciones, ritos y creencias, debe poder transmitirlo.
Ambos profesionales escriben para alguien, y ese “alguien”, el público debe saber que quien escribe ha estado realmente en ese lugar. Los etnógrafos, en la escritura deben situar al lector en tiempo y en espacio. Su figura no debe desaparecer del texto. Deben lograr que el lector crea que realmente se han internado en esa cultura e interactuado con ella. El periodista, debe mantener el carácter “objetivo” de la noticia, por lo que no puede dar a cada renglón las apreciaciones personales respecto de un tema; pero sí, puede hacerse presente como investigador a través del ofrecimiento de datos verosímiles.
Tanto el periodista como el etnógrafo tienen un arduo trabajo cuando vuelven de sus investigaciones. Deben sentarse frente a una hoja de papel y desplegar allí lo vivido, lo que ahora saben y les es novedoso. Pero deben lograr transmitir eso a su público. No basta con que ellos se contenten con haber conocido a una nueva cultura o hayan participado activamente en una investigación sobre un caso de corrupción política; ahora el trabajo es más difícil: convencer a cientos de personas de que él realmente ha estado allí.

Línea de tiempo de los géneros de viaje

Antigüedad

1- Período antiguo tardío de los clásicos: viajes representados en las visiones, donde se trasladaban a lugares inexistentes geográficamente; a veces ubicados entre el cielo y la tierra

Viajes utilitarios

2-A partir de los siglos XI y XII: eran viajes emprendidos por religiosos a Oriente para obtener datos. Los informes de estos viajes eran transcriptos en largos textos

3- A partir del siglo XIII: viajes en relación a las prácticas de comercio. En los cuadernos de bitácora, el capitán del barco hacía las anotaciones de los principales acontecimientos. También aparecen los textos de viaje en relación ala Tarifa Mercantil, que era un catálogo de los lugares más significativos para el comercio. Eran datos muy precisos que luego fueron desarrollados por escritores.
En el siglo XV se produce la llegada de los europeos al “Nuevo Mundo”. Por lo tanto en este momento las crónicas se pusieron al servicio del descubrimiento de lo desconocido y de la necesidad de dominarlo. Para Moreno, estos primeros relatos no poseían un público específico, sólo tenían como fin transmitir la experiencia vivida a generaciones posteriores.
Pero con la conquista de América nace un mercado relacionado a la edición de libros de crónicas, lo cual es también un estímulo económico para que los viajeros escriban sus experiencias

Crónicas relacionadas con el periodismo y la literatura

4- Siglo XIX: la escritura de crónicas se usa para la estabilización del Estado (Moreno toma a la Argentina). Ejemplo de ello son los escritos de Sarmiento en relación a la dicotomía “civilización o barbarie” o la crónica de Mansilla en su visita a los indios ranqueles. También las obras de aquel momento se dirigieron a tratar el tema de la llegada de los inmigrantes europeos a la República Argentina.

5- Siglo XXI: los hechos se ponen al servicio de la literatura y ya no al revés. Las crónicas aparecen como relatos en 1º persona de experiencias vividas. En la actualidad hay un resurgimiento del género crónica, ya que se le da un lugar en las diversas publicaciones de diarios y revistas.

Planificación del proyecto de escritura

· La reescritura del relato va a mantener la estructura del que ya he presentado: opté por el formato “testimonial”.
· El relato narra el viaje de mi abuelo paterno en su emigración de España a los 11 años de edad.
· Quien narra la historia soy yo, tomando la postura de nieta y en los momentos en que se torna importante, elegí poner fragmentos textuales de lo que él me relató en la entrevista. Por lo que en esos momentos el narrador pasa a ser mi abuelo.
· En clase me han sugerido que haga una investigación más exhaustiva en relación al contexto histórico (España de 1936, Guerra Civil); que realice más descripciones de mi abuelo de chico y ahora; que “juegue” con el punto de vista de un chico de 11 años, (que en parte ya aparece en el relato); que busque detalles sobre el club en el que se hospedó y de su casa; ver cómo era su vida en el barco; buscar el significado del nombre del mismo: Kerkelén.
· Relatar cómo fue su vida después de llegar a la Argentina y cómo fue que la figura de los barcos siempre atravesaron su vida (trabajo en el astillero y vida en el Tigre).

Notas de lector sobre Quiroga

¿Quién soy? ¿Qué me pertenece? ¿De dónde vengo y a dónde voy? Son las preguntas que atraviesan al texto de Quiroga.
En el pasaje “Los desterrados”, la figura del desterrado está encarnada por dos hombres: Joao Pedro y Tirafogo, de quien jamás se supo su verdadero nombre. Quiroga habla de ellos como una cualidad que tiene aquella región que rebalsa de tierra colorada:

“Misiones, como toda región de frontera, es rica en tipos pintorescos. Suelen serlo extraordinariamente, aquellos que a semejanza de las bolas de billar, han nacido con efecto”

Ambos, Joao Pedro y Tirafogo, son de origen brasilero, de ese momento en que Misiones era Brasil y Brasil era Misiones. De hecho, como bien señala Quiroga, los primeros pobladores de la ahora provincia argentina fueron en su totalidad brasileros.
Estos hombres, aventureros lo dos, eran de lo que se conoce como “de la primera hora”. De hecho, Tirafogo constantemente hacía alarde de que era antiguo. En su lengua de frontera, él decía: “¡Eu só antiguo! ¡Antiguo!”. En aquella época de juventud donde todo era esperanza, las plantaciones desbordaban de siembra y el trabajo era más fácil de hacer.
Quiroga muestra el antes y después de estos dos hombres, que en sus “años mozos” han pasado enfrentamientos, corridas, alegrías, borracheras y mil aventuras; pero que en el momento en que él llega a Misiones ya rondan los 80 años si no más.
Y la crisis que la mayor parte de la gente sufre a los 40 años en las grandes ciudades, Joao Pedro y Tirafogo la pasaron a los ochenta y tantos: un cuestionamiento sobre su identidad ¿quiénes eran ayer y quiénes son hoy? A esa avanzada edad se encontraban frente a una nueva Misiones:

“Las costumbres, en efecto; la población y el aspecto mismo del país distaban, como la realidad de un sueño, de los primeros tiempos vírgenes, cuando no había límite para la extensión de los rozados, y éstos se efectuaban entre todos y para todos, por el sistema corporativo. No se conocía entonces la moneda, ni el Código Rural, ni las tranqueras con candado (…)”

A los 80 las fuerzas ya no son las mismas, pareciera como si el tiempo se pasara más lento, pero a la vez es como si todo el tiempo los corriera por su velocidad y los impulsara a hacer todo lo que sus ganas le piden.
Y así pasaron tardes desmembrándose a sí mismos hartos de recuerdos. Pero ellos ya no querían recuerdos, deseaban, anhelaban, gritaban que querían realidades. Morían por ser ellos nuevamente, por volver a su tierra materna, a ese Brasil que los había visto crecer y huir…viajar en busca de algo mejor. Ese algo lo encontraron en Misiones, pero ya no era lo mismo…ya no eran felices…ya no era “su Misiones” Las energías parecía que estaban agotadas, que las manos resquebrajadas por el trabajo y las piernas fatigadas de tanto andar pedían un respiro. Pero el alma siempre tiene sed de más. Y hacia allá fueron. Lo último que vieron fueron aquellos pinares nativos. No había sido en vano: habían llegado. Ellos ya sabían quiénes eran: el viaje había terminado:

“¡Ya cheguei, mamae!...O Joao pedro tinha razao... ¡Vou com ele!”(“¡Ya llegué, mamá! Joao Pedro tenía razón… ¡Voy con él!”)

Guía de trabajo de Río arriba

· ¿QUÉ MOTIVOS CARACTERÍSTICOS DEL RELATO DE VIAJE ESTÁN PRESENTES EN RÍO ARRIBA?

Río Arriba es una película documental argentina que data del año 2004. Cuenta con la actuación y dirección de Ulises de la Orden y narra un viaje de lo más significativo para él
Este joven emprende la aventura para conocer realmente el funcionamiento de los ingenios azucareros de los que en algún momento fue arrendatario su bisabuelo.
La figura de este antepasado aún resonaba en su familia y tenía el rótulo de “héroe”. Ulises se propone entonces, trasladarse al lugar en donde funcionaba el Ingenio San Isidro, en la provincia de Salta.
En sí, este es el elemento motivador de la travesía iniciada por Ulises: conocer y aprender. Poder formar por sí solo un concepto sobre su bisabuelo y sobre aquella cultura del pueblo coya.

· ¿QUÉ CARACTERÍSTICAS TIENE EL NARRADOR DE ESTE REALTO?¿A QUÉ DESTINATARIO SE DIRIGE?

A lo largo del recorrido que realiza Ulises, yendo desde Buenos Aires hasta Salta, subiendo por la orilla del río, es él mismo quien va relatando ese viaje.
En este documental, el joven aventurero construye desde el inicio a un narrador en 1º persona de carácter protagonista, que él mismo encarna.
Durante el relato se escucha una “voz en off” que va contando los pasos de Ulises. Conjuntamente, cuando ésta no aparece, sí lo hacen carteles en blanco y negro que cumplen la misma función.
Este viajero novato y curioso, no duda ni un momento en enfrentarse a un tiempo y un espacio distintos a los conocidos, a los cotidianos. Es por eso que a lo largo del recorrido va creando un destinatario muy particular: en primer lugar, él mismo, su familia. Y en segunda instancia, toda aquella persona que desconozca la realidad de los ingenios azucareros.
Ulises partió de Retiro, con su bolsito al hombro con una necesidad personal por satisfacer. Todo lo que quería era conocer, quitarse las dudas, ver con sus propios ojos. En principio todo lo que encontrara iba a ser para él, para nadie más. Pero… “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…”Y sí, Ulises se encontró avasallado de información y se supo sediento de más. Como buen viajero, aunque nuevo en el oficio, utilizó muy bien el arma del extrañamiento. No se conformó con lo que le brindaba cada una de sus fuentes, sino que a cada una la tomó como parte del recorrido que debía seguir para llegar a una meta. Cada fuente fue como una pista en el juego del tesoro.
Cuando Ulises va avanzando en su viaje, esa información que en principio era para satisfacción personal, pasa a ser de interés social. Es allí cuando todos y cada uno de nosotros pasa a formar parte del público al que va dirigido el film.

· DESCRIBIR EL RECORRIDO DEL ULISES DE RIO ARRIBA EN TÉRMINOS DE LO QUE JOSEPH CAMPBELL DEFINE COMO EL ITINERARIO DEL HÉROE MÍTICO ¿CON QUÉ FUERZAS DEBE ENFRENTARSE? ¿QUÉ CLASE DE “VICTORIA” ALCANZA AL FINAL DE SU AVENTURA?

Ulises parte de Buenos Aires, sólo con una gran mochila y se lanza a una aventura que lo lleva hacia un lugar desconocido. Va hacia allí atraído por la incógnita que le genera la figura de su bisabuelo en relación al Ingenio San Isidro ¿Es realmente un héroe? ¿Qué hay de cierto en la historia que cuenta su familia? Este enorme signo de pregunta es la gran motivación que incita a Ulises a ir en busca de LA respuesta.
Su travesía se inicia en un tren que sale de la estación de Retiro (Buenos Aires) que lo dirige hacia el norte del país.
Cuando Ulises llega a su primer destino, la provincia de Tucumán, se hospeda en la casa de unos parientes que hubieron trabajado en aquel ingenio. En ellos, nuestro viajero encuentra varios ayudantes que le brindan datos que le permiten seguir adelante en su búsqueda. Una vez dado el puntapié inicial, decide ir por más, río arriba…Es por eso que viaja a Salta. Una vez allí, él se encuentra con esas “fuerzas oscuras” de las que habla Campbell. No porque hubiera maldad en alguna persona del lugar o algo similar, sino que las trabas se le manifiestan a Ulises por el hecho se ser un “porteño”. Sí, un chico de Buenos Aires. Sabido es que la gente del “interior” no distingue al nacido en provincia del proveniente de la Capital Federal, ahora Ciudad Autónoma. Para aquella gente son todos iguales: porteños. Ulises se encuentra con una realidad totalmente extraña, distinta a la que estaba acostumbrado en su cotidianeidad. Ya no estaba visitando a sus parientes de Tucumán, que si bien no lo conocían personalmente, tenían un lazo de sangre innegable. Ahora debía enfrentarse a gente que le era extraña, con la que debería iniciar un vínculo que le permitiera llegar al meollo de la cuestión. Porque al fin y al cabo eran ellos quienes le iban a brindar la información correcta, ya que la mayoría poseía un pasado y un presente marcados por la presencia de los ingenios azucareros.
Si bien al principio estas diferencias marcadas por la cultura le parecieron adversas a, poco a poco pudo conciliar con ellas y encontrarlas fructíferas. Es así como encontró en varios habitantes del pueblo de Iruya, a colaboradores que le brindaron datos certeros. Ambos pudieron dejar las diferencias a un lado y dar paso a que los recuerdos fluyan…los habitantes más antiguos, le describieron a Ulises cómo era la vida antes de que se iniciara la actividad de los ingenios, cómo fue la llegada de los inmigrantes europeos a esas tierras, la manera en que los “recién llegados” se adueñaron de ellas y cómo los sometieron a trabajar en las plantaciones de azúcar. También le hicieron saber las consecuencias que trajo aparejado el abandono de sus cultivos y cómo es hoy la realidad de Iruya.
Entre visitas a las casas de los pobladores, charlas de todo tipo y lazos que se van forjando con el paso de los días, Ulises toma la decisión de ir a visitar el Ingenio San Isidro. Ese lugar del que alguna vez fue parte su bisabuelo, cuya imagen, dista ya de ser considerada “heroica”.
Y vuelve a viajar, esta vez hacia el corazón de la cuestión, para encontrar el quid: entra, recorre, se hace uno con ese ingenio y su realidad actual, que difiere totalmente de lo que alguna vez fue: el principio del fin del pueblo de Iruya, un arma blanca con la cual se llenaron los bolsillos unos pocos a costa del empobrecimiento de unos muchos.
A este viaje puede comparárselo con una mamushka, porque Ulises no parte de un lugar, llega a otro, se queda allí y luego regresa, sino, que lo transforma en una travesía: un viaje dentro de otro viaje y tantos más. Recorre en tren, camioneta, colectivo, a pie, Cada pequeño viaje es significativo y lo lleva a alcanzar su victoria: conocer, formar una propia opinión. Poder tener algo que transmitir, algo que dejar. Tener fundamentos para hablar de aquella cultura coya a la que supieron quitarle lo suyo y que día a día lucha por no perder su identidad como pueblo, aunque muchos hicieron esfuerzos por lograrlo. En fin: saber que no todo lo que brilla es oro.



· ¿DE QUÉ MATERIALES SE VALE EL NARRADOR PARA RECONSTRUIR LA MEMORIA DE IRUYA Y DE LOS INGENIOS AZUCAREROS?

Ulises encuentra en su viaje a diferentes ayudantes que le brindan datos que son fundamentales para su investigación.
A lo largo del documental se muestran fragmentos de filmaciones en las cuales se lo muestra al bisabuelo de la Orden recorriendo aquel ingenio San Isidro. Allí se lo muestra vestido muy elegantemente, rodeado de gente, poseedor de una amplia sonrisa y con aire triunfante.
Cuando Ulises llega Tucumán, sus familiares le muestran fotos que lo ayudan a situarse allí, en los ingenios.
Asimismo, se presentan audios de la época que se complementan con los testimonios de los habitantes de Iruya, aquel pueblo del norte que en algún momento creyó en la posibilidad de prosperar.
Ulises a lo largo de su viaje va reconstruyendo la historia de los ingenios azucareros, pero al hacerlo, se ve dirigido a indagar en paralelo sobre la historia de aquel pueblo coya que lo acogía tan cordialmente.
En las experiencias de vida que recava, sobresale un factor común: la desolación, el retroceso y el sometimiento. Los habitantes de Iruya trabajaban en las terrazas de cultivo y gracias a su dedicación evitaban que las constantes lluvias inundaran el pueblo. Tenían sus ciclos de trabajo sistematizados y se autoabastecían. Pero cuando estos inmigrantes, entre los que se encontraba el bisabuelo de Ulises, llegaron al pueblo, todo cambió.
Sus actuales habitantes cuentan que ellos no poseían el título de propiedad de aquellas terrazas de cultivo, por lo cual les fueron quitadas a manos de los extranjeros. Estos les arrendaron las tierras y para poder pagar su precio, los coyas tuvieron que someterse a trabajar en los ingenios azucareros. Consiguientemente, los arrendatarios les pagaban a los trabajadores con vales que sólo eran válidos para comprar suministros en sus proveedurías. Como los trabajadores siempre quedaban en deuda con el patrón, debían seguir prestando sus servicios en los ingenios para cubrir el pago.
Después de escuchar estos dichos, Ulises reflexiona sobre la manera en la que las revistas educativas actuales reflejan la realidad de los ingenios ¿en qué se equivocan, nos preguntaremos? En todo, nos responderían los norteños. En esas revistas se muestra a los sacrificados trabajadores desempeñarse gozosos en los ingenios, cuando en realidad su situación no era esa.
Según la información que fue reclutando este incansable viajero, el trabajo en aquellos lugares no distinguía sexo o edad. Los trabajadores pasaban allí más de doce horas diarias realizando labores manuales como la de pelar la caña de azúcar o transportarla.
Los habitantes más antiguos de Iruya cuentan que al irse a trabajar a los ingenios debieron abandonar las terrazas de cultivo. Esto trajo como consecuencia que las lluvias devastaran los pueblos salteños. Para constatar esto, en el documental se muestran imágenes de los últimos aludes que se sufrieron en el norte del país, a raíz de las persistentes precipitaciones.
Como sucede con la mayoría de los negocios, al Ingenio San Isidro se le pasaron los 15 minuto de fama. Mientras ellos estuvieron vigentes hubo un amigo infaltable que mantuvo en actividad a los salteños: el ferrocarril. Ulises de la Orden incluye en su film, fragmentos que recuerdan a este transporte en su máximo esplendor, yendo y viniendo, cargando trabajadores. Pero cuando en la década de 1990 el Ingenio San Isidro cerró sus puertas, ese ferrocarril también lo hizo. Se quedó solo esperando que alguien abriera sus puertas. Igual deseo tuvo ese ingenio; deseo que se cumplió quince años después

Notas de lector de Caparrós

A veces me pregunto ¿cómo es que cada texto se las ingenia para conectarse con otro? ¿Será que secretamente los libros quieren formar una gran telaraña para que al caer en su “trampa” no podamos ya huir? No sé, tal vez. Todas estas preguntas me surgen casi sin querer, sin pensarlo, y casi al mismo tiempo que aparecen voy tratando de encontrarles una respuesta que al menos se acerque a la verdad. Ni siquiera pido que lo sea.
Es que muchas veces, mientras estoy leyendo un libro, me descubro sorpresivamente recorriendo con la mente, otro. Sí, un colega con el que comparte cosas: estilos, temas, cuestionamientos…cualquier cosa ¿será eso a lo que le llaman intertextualidad? Puede ser.
Creo que uno de los motivos por los que se dice que “estudiar te abre la cabeza” es por el hecho de que te acerca a esos lugares a los que la actual globalización no te incitaría a visitar jamás
Con el fragmento de Misiones de Martín Caparrós me pasó esto de hacer un viaje adentro de otro viaje y de tantos más que realiza él por “el interior”. Decir que es un texto genial, es tautológico; decir que es audaz, es quedarse cortos con la definición. En realidad, Misiones es un gran mapa de aquella bendita provincia argentina.
Su papel de cronista merecería ser ganador de más de un premio. Ir hacia lo desconocido. Él y su Erre, solos. La tierra colorada y la lluvia. Sí, la lluvia que atraviesa todo el relato y también la vida de los misioneros.
Mientras leía y seguía aquel mapa que Caparrós iba delimitando en mi cabeza, volé hacia otra Misiones ¿otra? La Misiones que nos cuenta Walsh. La misma. Lo que a él lo moviliza es una cuestión muy puntual: aquellos japoneses que migraron llenos de ilusiones a tierras extrañas. Walsh inicia se viaje para conocer la realidad de esos kimonos que ahora caminaban la tierra roja. Por eso es que su crónica nace de la crítica que le hace a aquellos que engañaron descaradamente a unas indefensas familias orientales, sólo para llenarse los bolsillos de dinero sucio.





“La forma en que llegó aquí Shigemori Matonaga resume la forma en que llegaron todos los demás. Campesino en la provincia de Niasaki, era dueño de cuatro hectáreas. Le ofrecieron treinta en la remosta Misiones. ¿Misiones? Le mostraron películas en colores donde se veían naranjales parejos, suaves colinas cubiertas de pinares (…). Lo que no le dijeron fue que la mitad de su chacra estaba cubierta de monte, que las piedras que afloran en la tierra harían trizas las rejas del arado, que las lluvias arruinarían una y otra vez su cosecha de tabaco.”

Y ahí vuelvo a la Misiones de Caparrós. La misma Misiones con otros problemas. Él también critica. Y es en ese punto en que los textos vuelven a hermanarse. Se hacen uno. Caparrós, detrás de lo que simula ser la crónica de un extenso recorrido por la provincia, se encuentra interactuando a la vez con Piglia ¡¿Con otro más?! Sí, y la lista es infinita. La telaraña vuelve a hacerse presente. Piglia y su teoría del iceberg, la historia 1 y la historia 2 ¿y qué tiene que ver esto con Caparrós? A mi entender, todo. Porque él nos va llevando de acompañantes en su auto, convirtiéndonos en cómplices de su aventura: Andresito, Iguazú, Posadas y tantos otros lugares. Todos ellos fueron una excelente “excusa” para contar una historia, unas cuantas realidades crudas


“Paro en Apóstoles, capital nacional o provincial de la Yerba Mate, para ver si alguien me dice dónde puedo ver la cosecha de yerba: la tarefa. Hago varios llamados, cada cual me dice que debo hablar con otro, todos insisten en que es muy difícil. No debe serlo tanto; yo sospecho que no quieren que vea cómo trabajan esos señores y señoras, esos chicos”

Ante esta situación, y para aseverar su crítica usa un recurso llamado haiku o perfiles en verso, donde dice:

Cuando la yerba
mate.

Es decir, además de llevarnos de paseo por esos rincones escondidos y de maravillarnos con los escenarios naturales más hermosos alguna vez imaginados, como las cataratas del Iguazú, Caparrós intenta algo más. Muy claramente presenta temas de los cuales es difícil hablar sin que se te haga un nudo en la garganta o sin quedar como un tremendista. Hacer alusión a la discriminación, a la prostitución, al hambre, al abandono, la explotación infantil, la falta de educación, no es nada fácil.

“Lamentablemente en los pueblos, o en general en todos los lugares la policía está prendida casi siempre con los ladrones (…)”

“(…) El problema acá es la educación, la educación (…)
Después, en la escuela, una maestra me dirá que en cuanto los chicos tienen ocho o nueve años salen a trabajar y vienen poco.
-Sí, empiezan muy chicos, cinco o seis años (…)
- ¿Y a los seis años que pueden hacer?
- Ayudan a los padres. A los doce ya están manejando los tractores. Y los tareferos también, vienen con toda la familia, acampan por ahí.”

“un país tan rico cómo puede ser que no haya comida para todos, tenemos todos los climas y todos los paisajes y están los chicos en patas, los que piden, los cartoneros esos”

Este llamado de atención a la sociedad es uno de los mayores aportes de la crónica de Caparrós por el interior. Esto constituye la historia 2. Esa historia que siempre está presente, pero que a veces es tan oscura que nos cuesta sacar a relucir. Misiones no es sólo Misiones, es también La Rioja, Salta, Buenos Aires y el resto de las provincias.
“El interior”…ojalá que el título del libro sea sólo una muestra de la ironía que se maneja en el texto…que no asociemos todas estas realidades con el interior de nuestra querida Argentina, con su esencia. No, seguro que no, porque si bien hay una Argentina que no depende de nosotros, hay una que sí lo hace y a veces tengo la sensación como dice Caparrós de que “todo está por hacerse, a medio hacer, de que están haciéndolo ahora mismo”. Coincido plenamente en que “quizás Dios, finalmente, sea argentino”

Notas de lector de Kimonos en la tierra roja

Rodolfo Walsh narra en esta crónica la historia de varias familias japonesas que emigraron a las extrañas tierras misioneras, atraídos por el brillo de una promesa que luego se vio opacada por la realidad.
A lo largo de la narración, nuestro reconocido escritor realiza un juego constante con la temporalidad, y para acompañarlo divide el relato en seis partes: la introducción; “El país de la promesa”; “El páramo”; “Los que se quedan”; “Sinichi y compañía”; “Voces en el crepúsculo”.
En el primer fragmento, Walsh comienza narrando su ida y la de su compañero, Pablo Alonso, de Colonia Luján. Es decir, él opta por presentarle primero al lector, el fin de su aventura. Pero ¿por qué? Eso sólo se logra develar al final del relato.

“Sobre la tierra roja que se abre muy cerca en perspectivas de selva, las muchachas bailan vestidas con el kimono y le obi multicolores y tocadas con grandes sombreros de paja. El tiempo, el sol y el agua han propiciado la cosecha que las conmovidas voces agradecen al cielo (…)”.
“Cuando Pablo Alonso y yo nos vamos esa tarde de Colonia Luján, llevamos la pena de no quedar más tiempo con esa gente maravillosa y desdichada (…)”.

El cronista inicia el segundo tramo de su historia, contando la odisea de aquella comunidad. Es decir, cómo es que llegaron esas familias japonesas a las extrañas tierras de Misiones, Argentina. Para hacerlo, elige usar el tiempo pasado, con el objetivo de demostrar que aquellas promesas que hoy se hallan truncas, junto con la llegada de los japoneses, ya es cosa de un pasado demasiado lejano del cual sólo quedan ingratos recuerdos.

“La forma en que llegó aquí Matonaga resume la forma en que llegaron los demás. Campesino en la ciudad de Niasaki, era dueño de cuatro hectáreas. Le ofrecieron treinta en la remota Misiones ¿Misiones? Le mostraron películas en colores donde se veían naranjales parejos, suaves colonias cubiertas de pinares (…)”

Ya a partir del tercer apartado y hasta le final de la narración, el escritor describe su introducción en Colonia Luján y las distintas vivencias en ella y en relación a la gente. Para hacerlo, elige redactar cada sucedo en un “presente histórico” ¿Por qué? Porque busca crear en el lector la sensación de inmediatez entre el hecho y el momento en el que se escribe el relato. Y aunque el lector sabe que ese texto ha sido producido no inmediatamente luego del hecho, crea un “contrato silencioso” con el escritor en el que acepta su juego en el manejo de la temporalidad.
Walsh nos hace partícipes de las distintas visitas que realiza a las casas de los pobladores de Colonia Luján y nos sitúa cerca; casi como si estuviésemos caminando allí con él.
El alma de viajero se hace presente en él y el Pablo Alonso, ya que durante su estadía en Misiones, buscan los recursos necesarios para entender la realidad de esa comunidad olvidada y desdichada. Visitan también la escuela y buscan el testimonio de los docentes que allí trabajan; les interesan sus ideas, temores y alegrías.
Después de esta recorrida, Walsh le da el cierre a la crónica de la misma manera en que la empezó: describiendo aquella escena colorida y de baile en agradecimiento al cielo por la cosecha. Aquí termina el círculo, que se asemeja al ciclo de siembra y a la historia de la colonia japonesa en Misiones.
Aquel día se escribía otro punto final. A la mañana siguiente otro pájaro abandonaría el nido en busca de la verdadera tierra prometida.

“La tarde se desgrana en antiguas canciones, lentas y mágicas danzas sobre la roja tierra misionera, brillos de marfil de las manos, belleza hierática de las caras, esplendor de las sedas bajo el último sol. Una sombrilla roja está caída en el suelo. Aiko Kanmuse baila por última vez con sus compañeras. Mañana se irá para Buenos Aires”.