jueves, 15 de mayo de 2008

Buenos Aires en llamas

La cuidad ardió como hacía tiempo no pasaba, de la mano del BAFICI. Probablemente en los últimos días, esta sigla que dio vueltas por diversos medio, llegó a oídos hasta de los más despistados
Esto se debió a que entre el 8 a 20 de abril tuvo lugar en Buenos Aires la edición nº 10 del festival de cine independiente. Y aunque su realización estuvo al borde de desistir, inició con una cartelera de 415 films, entre los que había de los más diversos orígenes y géneros. Los había del orden nacional, internacional y documentales.
Además, para hacer posible el acceso a una gran cantidad de público, se contó con 9 sedes que se distribuyeron por Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Esas dos semanas juntaron en las salas a personas de todas las edades, nacionalidades, profesiones y gustos.
Pero lo más maravilloso del BAFICI, es que en muchos casos rescató proyecciones que datan de años lejanos y que en su época no fueron estrenadas. Ellas descubrieron la pantalla grande en el 2008, después de estar guardadas en un cajón por varias décadas.
Tal es el caso de la película “Perdido, un avión”, que cuenta con la dirección de Michael Powell, Emeric Pressburger. Ella fue creada en la década de 1950 y jamás se había proyectado para el público. Quizás esto se haya debido a que cuenta la historia de seis integrantes de la Fuerza Aérea Británica que en medio de la Segunda Guerra Mundial, caen en Holanda, en donde iban a combatir.
Allí, ante un panorama desolador deben recurrir a distintos ayudantes que los guían hacia la libertad, sin ser descubiertos por los enemigos alemanes.
Esta película en blanco y negro, es exquisita en cuanto al aprovechamiento de los paisajes y los efectos visuales y sonoros. Son casi constantes los planos que se hacen desde la cabina del piloto hacia abajo, enfocando los pastizales holandeses y al mismo tiempo, los bombardeos en las ciudades de los alrededores.
La pasión que despierta en el público el BAFICI, es algo impensado, ya que la mayoría del público argentino está acostumbrado al cine hollywoodense, lleno de estruendos, hombres musculosos o monstruos que invaden Nueva York. Tener acceso a este tipo de cine, hace que podamos ver que hay algo más que eso, que debemos sacarnos las anteojeras y girar la cabeza hacia los costados. Esta edición del festival logró que una multitud descubra que el séptimo arte tiene mucho más para ofrecernos que un simple paquete de pochochos, porque el BAFICI, claramente, ardió.

¿Y los regalos?

Hace apenas unos días, en los pronósticos del tiempo comenzó a medirse una variable que se sumó a la temperatura, la humedad y el viento: el humo.
La semana pasada comenzó a desarrollarse este fenómeno que tomó por sorpresa a la población de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.
Abrir la puerta para salir a trabajar era sencillo; lo que requería de un acto de valentía era poner un pie en la vereda, aspirar ese aire denso y atravesar la interminable cortina gris.
Durante aquella mañana las preguntas casi caminaban solas ¿de dónde salió el humo? ¿hasta cuándo va a persistir? ¿es tóxico?, fueron sólo algunos de los interrogantes de la gente que caminaba por las calles de capital y provincia.
La respuesta llegó relativamente rápido: en el delta, más específicamente en Zárate, se estaban quemando pastizales de una extensión de 66.000 hectáreas.
Desde las oficinas, quienes tuvieron la oportunidad de ver el cielo, se encontraron con un panorama oscuro y asombroso. Era imposible visualizar las cimas de los edificios, como así también era en vano querer mirar más allá de las dos baldosas más cercanas.
Hasta el simple hecho de cruzar la calle se convirtió en una actividad de riesgo para los transeúntes, ya que a pesar de las recomendaciones dadas en los medios, los conductores manejaban a altas velocidades y sin luces.
De hecho, durante la estadía del humo en las ciudades, hubo lugar para los accidentes en las rutas argentinas. Principalmente, es preciso nombrar la relevancia de la ruta nº 9, en la cual se sucedieron una gran cantidad de choques, ocasionando más de diez víctimas mortales y gran cantidad de heridos.
Como consecuencia de la persistencia del humo, como medida preventiva se recurrió a cortar el paso por las rutas nº 9,12 y 14, cortando el paso a las provincias de Entre Ríos y a Brasil.
Pasar el día observando ese panorama desolador fue impensado, algo sinceramente hollywoodense. A cualquier hora parecían las siete de la mañana, sólo que a veces el sol daba cuenta de su presencia como si quisiera calmar la desesperación de más de uno.
Después de todo un día de trabajo y estudio para muchos, la vuelta a casa sería igual o peor que la salida de ella.
El punto era animarse a tocar nuevamente esa espuma gris, casi impenetrable. No había nariz que tolerara su olor ni ojos que se resistieran a cerrarse. El sol, apenas perceptible de color rosa, daba lugar a la aparición de una desolada luna que sólo servía de adorno a nuestra sufrida vista.
Llegar a casa con la noticia de que se había detectado a quien había iniciado el incendio, parecía señal de que al día siguiente todo habría vuelto a la normalidad y respiraríamos aire libre de humo. Pero no. Cada casa era comparable a la chimenea de una gran fábrica que está en pleno proceso productivo, ya que el humo había atravesado puertas herméticamente cerradas y ventanas. Nos encontrábamos como en Londres, pero en Buenos Aires.
El día terminó para todos con sensaciones de incertidumbre, desconcierto, ahogo y desesperación. Porque aquel no era un humo blanco esperanzador como el que salió de la chimenea del Vaticano en abril del 2005; sino que se trató de un humo gris, traicionero y escondedor.
Cuando creemos que es imposible que suceda algo que nos deje boquiabiertos, siempre se da la ocasión para que tengamos que rectificarnos. Aquello nos pasó con la nieve el año pasado, y a partir de allí en todo pronóstico aparecía la posibilidad de nieve. Igual pasó con el granizo. Y es muy probable que estas interminables capas de humo se conviertan en nuevas compañeras del amanecer argentino. Parecería que quieren hacernos sentir que estamos todo el año en Nochebuena, salvo que nos falta Papá Noel…sólo tenemos la chimenea…y con humo.