jueves, 5 de junio de 2008

Notas de lector de Un día de trabajo

¡Qué fácil que resulta ver la paja en el ojo ajeno y no reconocer la viga en el propio! Creo que es una buena reflexión para comenzar este comentario.
Justamente lo que vivimos en este recorrido es un día de trabajo de una señora que realiza la limpieza en las casas de controvertidos personajes.
A cada uno, Mary, le encuentra un vicio, por así llamarlo. Capote, que también figura en la lista de sus clientes asiduos se decide a acompañarla en una jornada laboral y comparte con ella cada uno de los departamentos que debe visitar.
El primer, del Sr. Trask, estaba sumamente desordenado y sucio. Mary le apuntó a su visita que este hombre se dedicaba a la bebida y tenía una vida bastante desordenada, pero aún así no olvidaba jamás darle su dinero.
Al finalizar su primera misión, parten juntos hacia el edificio de una señorita llamada Edith Shaw. Ella era una poetiza, siempre estaba escribiendo algo en su máquina, pero tenía un defecto: demasiados novios, había abortado al menos una vez y usaba raros artefactos sexuales. Pero aún así era una simpática muchacha y no le daba demasiado trabajo para hacer, por lo que sus visitas eran rápidas.
Para finalizar el recorrido, asisten al departamento del matrimonio Berkowitz, judíos ellos. Realmente no le caían bien a Mary, pero menos lo hacía su loro, que ensuciaba el piso con desagradable material biológico que debía limpiar ella.
Capote va mechando los diálogos constantes con descripciones del tiempo, el lugar y la cincuentona Mary.
Pero fácil es opinar de los otros y no fijarse en lo propio. A veces parece un poco cínico estar hablando de los defectos de los demás, mientras a las claras se nota que uno también los tiene y bastante parecidos. Es que mientras Mary y Capote están en el primero de los edificios, el del señor Trask, ella saca de una cajita, un poco de marihuana para armarse un cigarrillo ¿acaso eso no es tan vicio como lo es el alcohol para su cliente? No parece creerlo así.
Ya en el segundo departamento, esta señora comete el atrevimiento de husmear en el botiquín del baño de la dueña de casa ¿es que eso está bien? ¿Va de acuerdo a los principios morales que sostiene esta mujer? ¿Y tocar lo ajeno, más precisamente ponerse su perfume aprovechando su ausencia, es correcto? ¿No es hurto? ¿No va contra los valores católicos que tanto dice defender?
Y en la casa del matrimonio Berkowitz andar juzgando que se hacen los trajes a medida porque no les entra o que viven para comer ¿es criticable cuando ella abre la heladera del lugar para ingerir algo dulce sin permiso de los sueños que no se encontraban en casa?
No, claro que no. Pero la situación de locura que se genera en este día de trabajo la ayuda a alejar de su cabeza, las miserias de su pasado que aún la siguen condenando: un marido alcohólico y ya muerto, un hijo preso por robo a mano armada y uno que lejos de su casa, se alegró por la muerte de su padre y poco se acuerda de que tiene una madre que lo necesita.
A veces la desesperación nos hace andar por caminos impensados. Nos lleva de acá para allá como a un trompo. A Mary la llevó hacia Dios, hacia algo que no sabemos bien si tiene una justificación lógica o no. No sabemos si es algo que inventaron los hombres para actuar de manera correcta o es algo que realmente existe. A mary creo que no le interesó mucho eso. De hecho, no rezaba por ella cuando fueron con su cliente hacia la Iglesia, sino por todos y cada uno de sus contratantes para que pudieran superar sus problemas y lograran una vida mejor; por aquellas almas en pena, para que tuvieran paz…la paz que a ella le hubiese gustado tener algún día.

Notas de lector sobre Una adorable criatura...

A más de uno creo que le hubiera gustado ser Truman Capote en aquel funeral de Constande Collier, el 28 de abril de 1955.
Porque no es que él sólo nos hace alarde de haber mantenido una excelente relación con la desaparecida Marilyn Monroe, sino que aprovecha este encuentro para mostrar algo más de ella.
Increíble y admirable a la vez es lo que este escritor hace con el manejo de la información. Algo característico de los textos que integran Música para camaleones es la necesidad de contextualizar al lector. Es decir, situarlo en el tiempo y el espacio, en el dónde y cuándo pasa la historia. Porque nos guste o no, es difícil seguir una historia si quien escribe no nos mete de lleno en ese lugar y en ese momento…es estar perdidos. Capote comienza su relato con este detalle, para luego decir qué es lo que está haciendo allí. Empieza a hacer referencia a la difunta, una brillante actriz y maestra de ese arte, y entre un dato y otro, se inmiscuye el nombre de la segunda protagonista del relato: Marilyn.
Truman nos cuenta que ella había sido alumna de la señora Collier, a la cual la rubia platinada no le había gustado en un principio, pero que con el tiempo logró encontrarle su encanto.
Después de hacer una breve descripción de la relación entre estas dos damas, el autor vuelve a aquel día del funeral. Debía encontrarse con Marilyn para estar juntos en la ceremonia y ésta, como de costumbre, estaba llegando tarde.
Capote maneja este encuentro manteniendo la estructura de un diálogo constante entre ellos dos y de vez en cuando, introduce a un tercero que aparece en escena o ciertas reflexiones personales y descripciones de las circunstancias.
Pero al contar este encuentro, Truman no pretende mostrar a la Marilyn explosiva, sensual y desinhibida que estamos acostumbrados a ver en cualquier “biografía no autorizada” que pasan por la tele. Si no, creo que busca mostrar a la persona que había detrás de la estrella. Con sus miedos, anhelos y cosas que ocultar. Con esa parte humana que muchas veces la frivolidad del mundo del espectáculo parece extinguir en los artistas, pero que sin embargo mantienen a la expectativa.
Porque al fin y al cabo, Marilyn era una mujer de carne y hueso, que para mantener el rubio platinado de su cabello debía aplicarse tinturas (de hecho en un pasaje del diálogo le muestra a Capote las raíces sin teñir). También la muestra alejada de la constante necesidad de ser reconocida por los medios y con una duda: cómo la definen los demás.
A todo esto, Capote introduce entre línea y línea, reflexiones, pensamientos que va teniendo mientras escribe, los cuales muestran el afecto que le tenía a la rubia de Hollywood.

“¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿Por qué la vida tiene que ser tan terrible?”

Al fin y al cabo, creo que después de leer este encuentro entre Truman y Marilyn, la mayoría coincide con él y con la señora Collier en que la rubia actriz era en sí, una adorable criatura.

Prefacio de Música para camaleones...

Uno generalmente accede a las obras de un autor, las lee, se fascina o no, quiere más o simplemente lo desecha de su lista de “preferidos”.
Lo raro, o mejor dicho, poco habitual, es tener paso a su vida como escritor. Al leer esto cualquiera puede pensar que hay muchos que se dedican a contra las biografías de los autores, por lo que no tendría ni pies ni cabeza lo que digo. Pero a lo que yo me estoy refiriendo es a que él mismo tenga una mirada retrospectiva y la vuelque en un libro.
Tal es el caso de Truman Capote. Uno esperaría de un prólogo, que te dé la introducción, la bienvenida a ese libro, ya sea en palabras de su autor o de un colega invitado. Pero no, Capote “da la nota”. Él, en el prefacio de Música para camaleones le cuenta a cada uno de sus lectores cómo ha sido su vida de escritor. Señala exactamente cuándo empezó y la manera en la que fue desarrollándose. Esto no sé si es habitual o no, al menos yo no lo concebía para la primera parte de una obra Pero lo más interesante que posee es que además de conocer su carrera, él se nos muestra como lo que es (aunque es sabido que murió en 1984, ha logrado trascender y por eso hablo en tiempo presente. Los grandes no mueren): un ser humano. Con aciertos y errores. Pero lo más importante es que también posee dudas, con las que por un momento me sentí identificada. Él en un pasaje se pregunta: ¿cómo puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura –digamos el relato breve- todo lo que sabe acerca de todas las formas literarias? Y por un momento me sentí entre aliviada y preocupada (un sentimiento muy ambiguo). Porque pensé: por un lado, que no debía hacerme tanto problema cuando a veces se me presentan esas lagunas que te frenan o esos momentos en los que no sé de qué manera expresar tal o cual cosa. Mi consuelo fue pensar que si a un escritor tan reconocido y experimentado le sucedieron esas cosas, a un aprendiz en su primer año de facultad, es lo más leve que le puede pasar. Pero por otro lado me sorprendió la desesperación usando el mismo fundamento con respecto a la experiencia de Capote: si a él le pasaban esas cosas que hacía ya casi veinte años que día tras día se sentaba a “practicar” delante de una hoja de papel ¿qué esperanzas podía albergar yo que no llevo ni ese tiempo de nacida? Así y todo sobreviví al prefacio.
Capote nos va guiando a través de su vida como escritor, por medio de sus dudas, deseos y ciertos aportes irónicos que tiene al pasar.
En la oración anterior escribí la palabra deseos, porque en mi vida significa mucho. Uno vive lleno de ellos, de sueños por realizar y son, en su conjunto, los que nos deciden a dar el puntapié inicial para hacer determinadas cosas. A veces son despertados por algo interno que nace de uno y otras tantas por motivaciones externas. Hay momentos en los que ese “bichito nos pica”: el de la curiosidad. A Capote también le llegó esa instancia. En un momento de su vida dice haber tenido una “crisis creativa”. Como ya dije antes, hay cosas que son motivadas por estímulos externos a nosotros y es justamente eso lo que le ocurrió a él. A raíz de un asesinato en Kansas, Estados Unidos, empezó a interesarle el periodismo. Comenzó a “experimentar” con hacer “novelas reales”, tal como él lo denominó. Y es sorprendente leer su experiencia con esa primera novela periodística. Porque no es que fue tan simple como “soplar y hacer botella” sino que le llevó seis años recavar información sobre el caso y más todavía le llevó soportar las críticas de aquellos que, prejuiciosos, tildaban su trabajo de traición a los géneros.
Capote a través del prefacio de Música para camaleones nos hace recorrer su vida como escritor, pero también creo que nos muestra que ellos además de ser excelentes profesionales, son humanos. Tienen errores, aciertos, miedos, dudas, se enfrentan a situaciones de tensión, de presión, a vacíos de inspiración y a más de una alegría o frustración. Y así y todo llegan a donde están hoy…a un lugar privilegiado del imaginario colectivo. Por eso cuando cada uno de nosotros tenga alguno de estos síntomas: ¡a no desesperar que vamos por buen camino!