jueves, 5 de junio de 2008

Prefacio de Música para camaleones...

Uno generalmente accede a las obras de un autor, las lee, se fascina o no, quiere más o simplemente lo desecha de su lista de “preferidos”.
Lo raro, o mejor dicho, poco habitual, es tener paso a su vida como escritor. Al leer esto cualquiera puede pensar que hay muchos que se dedican a contra las biografías de los autores, por lo que no tendría ni pies ni cabeza lo que digo. Pero a lo que yo me estoy refiriendo es a que él mismo tenga una mirada retrospectiva y la vuelque en un libro.
Tal es el caso de Truman Capote. Uno esperaría de un prólogo, que te dé la introducción, la bienvenida a ese libro, ya sea en palabras de su autor o de un colega invitado. Pero no, Capote “da la nota”. Él, en el prefacio de Música para camaleones le cuenta a cada uno de sus lectores cómo ha sido su vida de escritor. Señala exactamente cuándo empezó y la manera en la que fue desarrollándose. Esto no sé si es habitual o no, al menos yo no lo concebía para la primera parte de una obra Pero lo más interesante que posee es que además de conocer su carrera, él se nos muestra como lo que es (aunque es sabido que murió en 1984, ha logrado trascender y por eso hablo en tiempo presente. Los grandes no mueren): un ser humano. Con aciertos y errores. Pero lo más importante es que también posee dudas, con las que por un momento me sentí identificada. Él en un pasaje se pregunta: ¿cómo puede un escritor combinar con éxito en una sola estructura –digamos el relato breve- todo lo que sabe acerca de todas las formas literarias? Y por un momento me sentí entre aliviada y preocupada (un sentimiento muy ambiguo). Porque pensé: por un lado, que no debía hacerme tanto problema cuando a veces se me presentan esas lagunas que te frenan o esos momentos en los que no sé de qué manera expresar tal o cual cosa. Mi consuelo fue pensar que si a un escritor tan reconocido y experimentado le sucedieron esas cosas, a un aprendiz en su primer año de facultad, es lo más leve que le puede pasar. Pero por otro lado me sorprendió la desesperación usando el mismo fundamento con respecto a la experiencia de Capote: si a él le pasaban esas cosas que hacía ya casi veinte años que día tras día se sentaba a “practicar” delante de una hoja de papel ¿qué esperanzas podía albergar yo que no llevo ni ese tiempo de nacida? Así y todo sobreviví al prefacio.
Capote nos va guiando a través de su vida como escritor, por medio de sus dudas, deseos y ciertos aportes irónicos que tiene al pasar.
En la oración anterior escribí la palabra deseos, porque en mi vida significa mucho. Uno vive lleno de ellos, de sueños por realizar y son, en su conjunto, los que nos deciden a dar el puntapié inicial para hacer determinadas cosas. A veces son despertados por algo interno que nace de uno y otras tantas por motivaciones externas. Hay momentos en los que ese “bichito nos pica”: el de la curiosidad. A Capote también le llegó esa instancia. En un momento de su vida dice haber tenido una “crisis creativa”. Como ya dije antes, hay cosas que son motivadas por estímulos externos a nosotros y es justamente eso lo que le ocurrió a él. A raíz de un asesinato en Kansas, Estados Unidos, empezó a interesarle el periodismo. Comenzó a “experimentar” con hacer “novelas reales”, tal como él lo denominó. Y es sorprendente leer su experiencia con esa primera novela periodística. Porque no es que fue tan simple como “soplar y hacer botella” sino que le llevó seis años recavar información sobre el caso y más todavía le llevó soportar las críticas de aquellos que, prejuiciosos, tildaban su trabajo de traición a los géneros.
Capote a través del prefacio de Música para camaleones nos hace recorrer su vida como escritor, pero también creo que nos muestra que ellos además de ser excelentes profesionales, son humanos. Tienen errores, aciertos, miedos, dudas, se enfrentan a situaciones de tensión, de presión, a vacíos de inspiración y a más de una alegría o frustración. Y así y todo llegan a donde están hoy…a un lugar privilegiado del imaginario colectivo. Por eso cuando cada uno de nosotros tenga alguno de estos síntomas: ¡a no desesperar que vamos por buen camino!

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