domingo, 6 de abril de 2008

La escritura...

Vocación… ¡Qué palabra rara! ¿Cuántas veces la hemos escuchado de chicos y nos daba vueltas por la cabeza su significado? En esa época de nuestra vida en la que todo es juego y descubrir, la vemos como eso, como algo que nos gusta hacer, pero aún no le podemos poner nombre. Pero hay un momento en el que ese “hobbie” empieza a ocupar un lugar importante en nosotros; ahí es cuando todo cierra y nos damos cuenta de que es eso lo que nos hace felices y de lo que queremos estar cerca hasta el fin.
Ese momento a mi me llegó en 7º con tan sólo doce años. Todo empezó en el colegio ante la propuesta de una profesora de armar un diario que fuera propio del curso. Un poco solos, un poco guiados por los directivos y los padres, fuimos repartiéndonos las tareas para tener todo listo lo más rápido posible, por lo que pusimos manos a la obra rápidamente.
La inexperiencia me dominaba, pero a la vez se iba fusionando con las expectativas que el desafío de escribir había despertado en mi. El tema que me había tocado me apasionaba y eso me llevaba aún más a querer que fuera una nota buena…que diera los frutos de todo el esfuerzo que estaba poniendo.
Pero ¿Por dónde empezar? Ese era el interrogante. Millones de comienzos pasaban por mi cabeza mientras caminaba por la calle hasta mi casa al volver de la escuela, mas ninguno me convencía. Seguí las cuadras que me faltaban tratando de no pensar. Ya tendría tiempo después de comer para reflexionar tranquila a cerca de aquella nota.
Una hora después, más serena y sin tanto apuro, me decidí a escribir. Desde que me senté frente a la hoja en blanco y tomé el lápiz, sentí la conexión entre ellos y yo. Fue algo indescriptible, como si una fuerza sobrenatural me invadiera y me ayudara a plasmar mis ideas en ese papel en blanco que pedía a gritos ser llenado de palabras.
El resultado me sorprendió enormemente. Lo leía, lo releía y no terminaba de asombrarme de mi misma.
Ese día fue clave para mí, ya que gracias a él es que hoy estoy acá. Porque esa iniciativa de escuela, ese papel en blanco y el lápiz fueron los que me guiaron para que yo descubriera mi lo que realmente me apasionaba.
En ese instante aquella chispita que todos llevamos adentro, a la que los grandes le llaman vocación, aumentó su tamaño y se transformó en la gran llama que hoy invade mi cuerpo y me da el calor de la satisfacción.

1 comentario:

Diego Gómez dijo...

Jimena,
Gracias por dejar tu post en mi blog. La verdad es que no vi tu nombre en el apartado del Blog de taller1 y no me queda claro como accediste a mi blog. Quiero pensar, algo muy lógico por cierto, que cursas la materia en otra comisión diferente a la mia, pero tampoco vi tu nombre en el apartado de la comisión 61. Gracias y saludos.